¡Hola a todos!
Espero que no hayan resentido mi ausencia. Estoy en nuevos proyectos. Y todos verán la luz este año, incluyendo una nueva marca personal y, también, la apuesta por los libros extraños.
Y es muy probable que esta newsletter, tal y como está, tenga nuevo formato. O no. Ustedes deciden:
Lo importante: este mes de abril fue el mes de los libros. Se celebraron muchas actividades (muchas de ellas más aburridas que fiesta de escritores). Quizás pensaron que el fomento lector es cosa de cultura, cosa de esfuerzos y dineros tirados a la basura. Sin embargo, hubo mucho material, recomendaciones, novedades y cosas que hacen que tú, lector que ama la ficción como yo, estemos felices de que exista este mes.
Los artículos de esta oportunidad hablan de los desafíos de la literatura y algunas copuchas raras. Sí, estoy más serio. A mi favor digo que a todos nos importa, ¿no?
Obra recomendada, la acabo de terminar. Es de suspenso y los dejaré en suspenso. Muajajaja. Y la sección creativos: 10 arquetipos de villanos. Amamos la ficción por ellos, ¿cierto?
Recuerda que estoy en Ko Fi y me puedes invitar a un café por llevarte estas noticias elaboradas con tanto cariño para ti.
Y, antes de empezar, te pido que me ayudes a llegar a más personas compartiendo este humilde newsletter a todos tus contactos. Te lo agradeceré con sueños húmedos. O no tanto.
Los libros no generan dinero
La copucha de hace unos meses: el juicio a Penguin Random House por el intento de comprar Simon & Schuster en EEUU generó datos sabrosos. Oye, pero sabrosos.
Uno de ellos es el retorno monetario que generan los libros. ¿Sabías que solo el 4% de los autores genera el 60% de los ingresos a la editorial más grande del planeta?
En otras palabras, solo los libros de autores conocidos se leen. El resto son para decorar la casa. ¿Por qué? Porque son muy pocos los que se venden para justificar siquiera su inversión.
Es un asunto triste. Casi me eché a llorar. Y, luego, como escritor optimista que me he vuelto, me dije que quizás es una situación para revertir. Y me reí de mí mismo por ser optimista.
El asunto es que da para pensar no solo en cómo se gesta el negocio editorial, sino que en cómo nosotros consumimos los libros. ¿Por qué estamos tan obsesionados por el libro de Britney Spears o del ex príncipe Harry? ¿Por qué no mejor invertimos en algún texto de un autor que preparó una ficción exquisita para nosotros? ¿Lo dejaremos morir de hambre por morbo? ¿Por seguir a un influencer, es decir, a una persona que habla por hablar?
Ey, muy moralista, lo sé. Pero también son cosas que debemos observar en nosotros.
Al menos yo ya no veo los libros de otra forma.
¿Lo harían ustedes?
¿Para qué quemamos libros? Mejor los vendemos
¿Sabías que los libros que no son vendidos se envían a destruir?
Es obvio: la editorial paga la bodega y, si se llena con cosas sin vender, se va a querer deshacer de ellas. Final triste; pero cierto.
Obvio, por prestigio de la editorial, no se regalan los libros: se queman.
Bueno, una empresa que debía deshacerse del stock quiso aprovecharse de la situación y les dijo: «sí, sí, quemamos los libros» cuando, en realidad, los vendieron por Instagram.
Casi no se iban a dar cuenta. Casi. Pero se dieron cuenta.
El artículo trata el chisme completo. Lo que me pregunto ahora es, ¿por qué no se donan los libros? ¿Por qué no se trabaja en una ley para que no se pierdan de esa forma o, al menos, se reciclen?
Lo siento; pero si ya se muere un libro para hacer papel, mínimo aportar un poquito más dignidad a esa vida que creció durante veinte años con algo más útil que liberar carbono, ¿no?
Vamos comentando qué les parece.
Obra recomendada: «La Bestia» de Carmen Mola
El escándalo del ganador del Premio Planeta 2021: tres autores hombres con pseudónimo de mujer. Muchos agarrándose los mechones de la cabeza.
Lejos de todo el marketing que induce esta noticia tan escandalosa, debo decir que la obra es… comercial.
OK, convengamos que no es la mejor forma de vender una obra. En realidad, me gustó; pero no me gustó tanto. La recomiendo porque es de lo mejorcito que he leído en el aspecto comercial.
La historia trata de una niña callejera, un periodista, un policía y una dama de alta sociedad en la búsqueda de un criminal que llaman «la Bestia» por la forma en cómo descuartiza a sus víctimas, unas pobres niñas púberes. El problema es peor cuando una ola de cólera azota a Madrid durante el s. XIX y todos se echan la culpa, lo que lleva a revueltas y líos políticos.
Es una tremenda mezcolanza de cosas que, si bien es intrincada, resulta bastante bien. Además, sabe generar algo que considero genial en la narrativa: tensiones y distensiones; es decir, te levanta del asiento, te sienta, te levanta, te sienta.
El gran pero del libro fue que, como la obra está hecha por tres guionistas-escritores (Antonio Mercero, Agustín Martínez y Jorge Díaz), se le notan las costuras (según un profe de guion, esto es cuando se nota cuando se ensamblan las partes de la historia y no pasa para nada desapercibido). Bueno, tampoco me gustó su final: muy teleserie.
Si lo quieres leer y opinar, ve y lee. El mundo es libre de opinión (salvo en China y Venezuela).
Sección creativos: 10 arquetipos de villanos en la ficción
Esta entrada es de un medio que me gusta mucho: «Screencraft». Son simples, sencillos, directos. Mucha ficción y muchas alternativas.
¿Qué sería de la ficción sin villanos? Yo creo que lo son todo. En serio, TODO.
Por algo muchos de nosotros los amamos más que los protagonistas. Y hasta les encontramos razón.
Lo cierto que, al igual que los héroes, tienden a repetirse sus patrones dentro de las historias, lo cual conduce a arquetipos dentro de la ficción. Aquí hay una lista de diez tipos de personalidades que usualmente toman los villanos dentro de las historias, explicados de forma sencilla y con ejemplos.
¿Cuál es tu villano favorito?
Momento de conversación: la pretensión de algunos escritores
No pasa nada si estamos en desacuerdo. Podemos ser enemigos y, aun así, amarnos. Cualquiera puede apretar el botón del misil nuclear y morimos todos. ¡Hurra!
Existe la literatura y punto, así como existen los escritores poéticos, los reflexivos, los claros y los que no son tan claros al momento de describir sus propias ideas.
Y para todos hay un público.
El problema es cuando ese público lo compone un montón de sujetos arrogantes con idealismo intelectual. Esos que celebran hasta los gases al escritor que salió en la columna del periódico, el que fue premiado, el que los críticos aman.
Se los digo claro: generalmente, es un acomodado social tan pretensioso como su público.
¿Suena a envidia?
¡Uff! Ojalá. Me gustaría que fuera envidia a la diferencia de clases sociales. Pero no. Es una cosa que noté en una de las tantas actividades con los libros de este mes.
Un evento para discutir de libros. La escritora participante (una mujer muy conocida en este país) se encargaría de plantear el porqué escribía y qué cosas leía para inspirarse. Prometía una intensa conversación entre autor y lector. Me apunté.
Todo fue una decepción. De partida, cuando entro me llevo la desagradable sorpresa de un desdén arribista por mi pinta (convengamos que soy hombre de campo, no me molesta la tierra que me dejan los animales o si la ropa me combina. La gente es gente, y sigue siendo gente con un modo de vestirse y otro). Entré ya decepcionado. Nos tuvieron esperando eones por la contingencia y, cuando comenzó la charla, casi me había quedado dormido. Ella leyó sus impresiones durante largo rato. Y cuando digo «largo rato», me refiero a una lectura de más de una hora.
OK, si hubiera querido un audiolibro, me enchufo unos buenos audífonos durante un rato. Quería conversar. Las impresiones se obtienen conversando.
El problema tras la interminable hora fue que cerró el libro y la charla, la que prometía interacción, no sucedió. Simplemente, se terminó, la audiencia aplaudió maravillada y todo se terminó sin conversación de ningún tipo. Una decepción.
Y yo me preguntaba: ¿por qué la admiran tanto? ¿Será que aman ser basureados de esa forma? ¿Merece la audiencia tal trato de distancia entre el simio que lee y el docto que escribe?
Ahí está la cuestión. Muchos de esos lectores son personajes que llegaron a ella gracias a las críticas ubicadas en secciones de diarios elitistas. Se compraron el cuento de sus bondades, ensalzadas por alguien que tiene un gusto particular siempre por lo mismo. Les llaman críticos. Yo les llamo «sujetos a los cuales les pagan por destrozar gente sin ninguna responsabilidad afectiva o social». Ah, y a través de una verborrea que ni ellos mismos comprenden. Porque, obvio, leer no es para cualquiera. Es para esos sujetos que crecieron entre libros y que no permiten a nadie más alrededor. Y, como en este país arribista, muchos quieren alcanzar la condición de unos pocos para diferenciarse del resto, los lectores con «aura de cultura» tratan de adoptar sus costumbres elitistas; es decir, llegar a estos escritores desdeñosos.
Les diré algo: aunque la mona se vista de seda, mona queda. Lo terrible es que sus intentos por no ser simples monas acomoda a quienes los desprecian. Los vuelven pretensiosos porque les enseñan, a través de su admiración y sus elecciones, a que está bien ser así.
¿Cómo no va a haber algo mejor para un escritor, y para un artista en general, compartir con su audiencia? ¿No es acaso la interacción una forma de adquirir las críticas que valen, las de las personas que te leen? ¿Cómo sabes el real impacto de tu obra si no conoces a quien la admira?
Salí enojado. Por mi mente pasó la idea de revolver todos los libros y quemar los puestos y reírme como un psicópata. Escribo libros de terror porque, de otra forma, sería una mente criminal en contra de los injustos. Y, como escritor, recuerdo que ustedes necesitan eso de mí: unas historias donde se puedan sentir representados. La única forma de conseguirlo es bajar del pedestal y compartir con todos.
Porque, al final, los libros son experiencias. Y la experiencia nace de la comunión con otros: el pueblo, la sociedad, la gente común. No hay nada más lindo que el arte porque se compone de la vida humana. Qué lamentable es ver sujetos que por el afán de diferenciarse, son capaces de matar al resto y poner en la nube del dios a quien no haría lo mismo por ellos.
Bueno, quizás estoy enojado porque tenía sueño y me despertaron con los aplausos. Tampoco encontré libros que quería leer. O porque, en vez de desdeñoso, prefiero ser mañoso.
Aún así, la cultura es para todos y no para unos pocos arrogantes.